Lilo y Stitch

El sábado fui al cine a ver Lilo y Stitch live action. A mí me gustó, a pesar de que, después, cuando le conté a una amiga, ella me dijo que no le gustaban las películas de Disney por sus mensajes políticos pro-Estados Unidos. Entiendo el punto radical de mi amiga. Es una forma de hacer el análisis. Lo que yo creo es que cada quien entiende lo que quiere o lo que le da la capacidad mental y/o emocional. En ese caso, a mí, siempre me ha ganado lo emocional.

Vi esta película por primera vez en mi infancia. Recuerdo que me gustaba por el mensaje de la familia “chiquita y rota, pero es buena”, en palabras de Stitch. Sin embargo, en ese momento yo era más como Lilo que como su hermana mayor Nani. En mi caso, desde niña quise un perro chihuahueño, pero mis padres me dijeron que no tenía suficiente responsabilidad. Lo que me decían es que me lo darían de regalo a mis 15 años porque para entonces ya podría cuidar de él. Después, a los 22 años yo misma me compré mi propio perro chihuahueño pues, como se pueden imaginar, mis padres no cumplieron su promesa.

Llevo 6 años siendo la cuidadora de Spikey. Es raro cómo pasa el tiempo. Para mí que es menos, hasta que me pongo a ver las fotos y recuerdo todo lo que hemos vivido. El tiempo voló y yo estaba tan ocupada haciendo una mejor vida para los dos, hablando en cuestiones de comodidades físicas. Sí hemos pasado tiempo juntos, aunque siempre sienta que debo dedicarle más atención. Él necesita mucha y yo a veces me desespero porque yo estoy en el otro extremo en el que me gusta sentirme acompañada, pero me cuesta trabajo dar mucha atención. Me gustan mi independencia, mi espacio y mi tiempo personal. Cuando Spikey me exige que le haga más caso, me pongo a la defesiva y mi primer impulso es cerrame o rechazarlo.

Es normal. Aunque en mi casa huniera muchas personas, cada quien andaba en su propio mundo. No me hacían caso y yo aprendí a estar rodeada de gente, pero sola. Creo que por eso me tranquiliza la presencia de Spikey a mi alrededor, pero siempre le exijo que tenga su propia vida. Le digo: ¡anda ve a tomar el sol!, ¡juega con tu pelotita!, ¡ládrale a la gente que pasa!, ¡hay mucho qué hacer! Pero no, él me quiere a mí, hasta que se aburre y se va a hacer todo lo que le aconsejé. Lo bueno es que escucha. No es que no lo quiera. Es simplemente que apenas estoy aprendiendo cuál es mi oferta y mi demanda en las relaciones sentimentales, como dice la doctora Nilda Chiaraviglio. Antes no sabía cómo expresaba mi amor ni cómo me gustaba que los demás expresaran su amor para conmigo.

Ahora tengo una fórmula muy simple que no me falla:

  1. Identificar

    ¿Cómo sabes qué tiene potencial para ser mejor en tu vida si ni siquiera lo has identificado? Esto requiere mucha observación y autoconsciencia hasta encontrar el patrón de lo que quieres cambiar.

  2. Aceptar

    Por mucho que duela, acéptalo como parte de ti. Yo sé que usualmente todos queremos ser los buenos de la historia pues es bien sabido que a los “villanos” nadie los quiere. Es parte de nuestra naturaleza querer ser amados. Es nuestro instinto de supervivencia codificado en nuestros genes desde tiempos antiguos. Anteriormente, si nos rechazaban de la manada, moríamos. Sin embargo, tenemos que ser honestos: no somos perfectos. Eso nos hace únicos y especiales, pero no se vale justificarse detrás del dichoso: yo soy así. Eso solo le trajo éxito a Valentín Elizalde y hasta eso es dudoso porque después lo asesinaron. O sea que no, no todo el mundo lo amaba. Recuerda también que, como decía Carl Jung: a lo que te resistes, persiste. En cambio, si lo aceptas, lo integras y al no sentirse rechazada esa parte de ti, es más fácil trabajarla.

  3. Hacerlo diferente

    ¡Felicidades! Ahora puedes formar tu propio camino, tomar tus propias decisiones, elegir quién quieres ser. Hay patrones que ni siquiera son tuyos, sino que tomaste de tu familia, de tus amigos, de tu cultura o de tus ancestros. Está demostrado cieníficamente que somos el resultado desde la micro hasta la macro-sociedad en la que habitamos. También, que así como nuestros antepasados nos heredan sus genes físicos, nos heredan cargas mentales y/o emocionales. Esto es con la intención de que el clan familiar sane con el paso de las generaciones. Con amor, humildad y siempre honrándote y a tu sistema familiar, agradece la lección, la oportunidad de crecer y de hacer tu parte dentro del todo al que perteneces y pide permiso para hacerlo diferente.

Volviendo a Spikey, él me ayudó a identificar cuál era mi dinámica de comportamiento en casa, me dolió mucho aceptarlo porque de niña me resigné a que así sería. Yo quería estar acompañada, era muy melosa y parecía chicle detrás de los demás hasta que me resigné y me convertí en una persona solitaria sin cuestinarlo. Ahora, él me enseña que se siente rico dar más y que, el hecho de que así haya sido mi pasado, no significa que así será mi futuro porque yo también merezco recibir eso que Spikey me ofrece y que espero estar correspondiendo bien. Cabe aclarar que el proceso no es lineal, pero me estoy esforzando mucho por reconectar con la niña amorosa que fui, como Lilo; solo me llené de heridas que no me dejaban SER.

Estoy muy agradecida y feliz de que Spikey forme parte de mi vida. Gracias a esa amiga de la uni que me convenció de comprárselo. No se lo pagué luego. No estaba lista para tener un perro. Estaba ahorrando para mudarme a la ciudad de Oax. Sin embargo, Spikey me enamoró. Me dio diabetes desde el primer momento que lo vi. Me negué una y otra vez, hasta que en mi última visita a Jalapa del Marqués, mi amiga me dijo que sería mi última oportunidad. Así regresé en el Galgos con un chihuahueño de 3 meses. Desde el primer día Spikey confió ciegamente en mí. Le dije: nada de hacer ruido porque nos van a bajar. Me miró como si entendiera y se hizo bolita en mis piernas. Él ya había encontrado su hogar mientras yo todavía estaba por encontrar el mío, que terminó siendo: construir el nuestro.

A los 4 meses Spikey se metió a una transportadora y se echó 5 hrs de viaje a la ciudad sin ningún reclamo. Así cada semana por casi dos meses hasta que no aguantamos tener dos trabajos, de lunes a viernes en la ciudad y findes en Tehuantepec. Fue difícil establecernos en la capital. Yo no estaba bien física, mental, emocional ni económicamente y eso lo resintió mi perrito. Se desnutrió, estaba ojeroso y ahora que veo las fotos, estuvo triste los primeros 2 años 7 meses de habernos mudado. Siempre me tuvo paciencia y siempre me miraba con esos ojitos de "tú puedes y yo contigo hasta el final". Así me gustaba interpretarlo porque había días en los que no podía salir de la cama, pero me obligaba a sacarlo a pasear. Fue mi inspiración y motor.

Hoy nuestra vida es diferente. Tanto así que hasta me dejé de hablar con la amiga que me lo vendió porque dijo que yo consentía a Spikey como mi hijo. A mí se me hizo un comentario con aires de superioridad, pues ella ya tenía una bebé y sentí que me criticaba solo porque mi “hijo” era un perro en vez de un humano. Me molesté además porque no se supone que eso merecen las mascotas también, ¿una vida digna? Me pregunté, ¿qué quería?, ¿que lo siguiera teniendo en el patio junto a los gatos y que se peleara con ellos por las sobras de comida que les aventaban? Yo acepté a Spikey como un compromiso y responsabilidad que desde un prinicipio quise hacer bien. Las circunstancias después de mi mudanza lo hicieron difícil. No obstante, ahora que Spikey y yo tenemos una vida estable económicamente, se presenta la oportunidad de enfocarnos en nuestro crecimiento mental, emocional y espiritual.

Aún así, seguimos trabajando en nuestras metas y sueños. Por ejemplo, el domingo primero de junio, nos entregaron unas libretas de este emprendimiento; HablARTE en español. La hija de unos estudiantes de Canadá vino por cuestiones de trabajo y sus papás me mandaron un regalo. Yo quise responder con el mismo cariño y mandé a hacer cuatro libretas, una para Diana, una para Leonardo, una para Allie (la hija mayor que conocí en febrero) y otra para Georgia (la última que visitó Oaxaca). Siempre quise hacer libretas pues ellas, en algún momento, también me salvaron la vida y que Spikey haya ido a recibirlas conmigo significa el mundo. Significa que juntos lo hicimos. Juntos llegamos hasta acá. Él agarrando la onda y adaptándose a cada situación rara que hemos tenido que pasar y yo, aprendiendo y creciendo en todos los sentidos para ser mejor cada día. Se lo merece. Merece la mejor versión de mí y la mejor calidad de vida, a fin de cuentas Spikey es mi "Stitch", mi pequeño monstro de amor.





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